La Sala Vinçon


En 1973, Fernando Amat, propietario de Vinçon, la desaparecida y emblemática tienda de diseño en la ciudad de Barcelona, decidió utilizar como sala de exposiciones lo que fue a principios del siglo XX, el estudio del pintor Ramon Casas, ubicado en el piso superior de la misma tienda en el Paseo de Gracia.

 

Desde sus inicios, Fernando Amat definió La Sala Vinçon como un espacio multidisciplinario y no comercial, donde se presentaban las manifestaciones artísticas y culturales más actuales.

 

Así, este visionario botiguer inauguró un espacio expositivo que marcó el pulso artístico de la ciudad de manera ininterrumpida durante más de cuarenta años.

 

En La Sala Vinçon se pudo ver pintura, happenings, performances, esculturas, instalaciones, diseño industrial, fotografía, videoarte y todas aquellas aventuras artísticas que el agudo olfato de Fernando Amat supo detectar.



La trayectoria de la Sala Vinçon es realmente única e incomparable. Ningún museo ni galería de arte en Barcelona ha logrado programar, con tan acertado criterio, exposiciones y eventos que han dejado una huella indiscutible en la historia del arte y la cultura de nuestra ciudad.

 

Allí se exhibió o se descubrió la obra de artistas, diseñadores o arquitectos tan significativos como: América Sánchez, Alessandro Mendini, Àngel Jové, Bigas Luna, Carlos Pazos, Cessepe, Carlos Riart, Chema Cobo, Colita, Francesc Artigau, Ingo Maurer, Javier Mariscal, Jean Nouvel, Jordi Galí, Juan Navarro Baldeweg, Maria Espeus, Milton Glaser, Muntadas, Ouka Lele, Roman Bouroullec, Xano Armenter, Vicenç Viaplana, Wolf Vostell, y entre otros, Manuel Valls, que tuve el privilegio de exponer en 1975.

 

Durante esos cuarenta años, la Sala Vinçon programó más de trescientas exposiciones, siempre con una gran afluencia de público. 

El secreto de su éxito, además de su atrevida programación, quizás residía en su ubicación, ya que estaba dentro de una tienda de muebles y objetos de diseño en el Paseo de Gracia, muy conocida por los barceloneses.

 

Esto atrajo a un público desinhibido, que sabía que en ese espacio 

siempre encontraría algo novedoso y, por qué no, divertido. Sin pretensiones intelectuales y sin la opulencia ni las pretensiones de los museos y galerías de arte.

 

En la Sala Vinçon todo era más informal, más amistoso, más cercano. 

¡Y naturalmente, estaba permitida la entrada de perros!

 

 

 

 

Comentarios

Entradas populares