¿SABEMOS PORQUE HAN CERRADO TANTAS GALERIAS DE ARTE EN ESTA CIUDAD?
En Barcelona, hace prácticamente quince años que él
mercado del arte contemporáneo prácticamente ha desaparecido. Apenas quedan galerías de arte abiertas y las pocas que quedan sobreviven por la propia inercia de sus propietarios que se niegan a cerrar quizás esperando a que se produzca un milagro.
Lo mismo que les sucede a los artistas que si tuvieran que vivir con lo que venden en esta ciudad directamente se morirían de hambre.
Algo así como si la ciudad hubiera dado definitivamente la espalda al arte contemporáneo. Una situación tan limite que no debe tratarse con eufemismos. Lamento ser tan drastico, pero alguien debía empezar a afrontar la realidad sin tratar de disimularla.
Para entender que es el mercado del arte y comprender porque ha desaparecido de la ciudad de Barcelona, antes debemos consensuar que es una galería de arte.
Una galería de arte es un establecimiento donde se venden obras de arte. No debemos confundirlo con una sala de exposiciones ni con un museo.
Con lo cual el propietario de una galería de arte es un comerciante supuestamente experto en arte, que trata de vender las obras de arte que exhibe en su comercio y que consecuentemente, deberían generar un flujo de dinero que tendría que sostener, no únicamente a los artistas, sino que indirectamente a todo el conjunto de profesionales que intervienen en torno a esta actividad.
Históricamente, la primera galería de arte de esta ciudad se abrió al público en 1.887. Hace exactamente ciento treinta y cinco años. Si comparamos la existencia del arte tal y como lo entendemos con la aparición del primer comercio dedicado específicamente a vender arte, veremos que la existencia de estos establecimientos es relativamente muy tardía.
El arte tal y como lo entendemos, se remonta a 30.000 años A.C y es desarrollado por el ser humano desde el paleolítico, periodo donde surgieron las primeras manifestaciones que se consideran como artísticas.
En este sentido se considera que con la aparición del Homo sapiens el arte tuvo en principio una función básicamente ritual, mágica o religiosa pero que esa función cambió con la evolución del ser humano, adquiriendo unas dimensiones de carácter social, mercantil o simplemente ornamental.
El arte pronto se convirtió en un producto que distinguía a sus propietarios y que a su vez les servía para demostrar su estatus social y su poder económico.
De tal manera que, podemos entender que los artistas pronto encontraron clientes interesados en encargar o simplemente en comprar sus obras. Si bien primero fueron las corporaciones religiosas, las monarquías, su nobleza, y después de la Revolución francesa, la burguesía también empezó a comprar y coleccionar obras de arte.
En realidad, los establecimientos dedicados únicamente a vender obras de arte surgen precisamente en el momento que aparecen los primeros artistas que rompen con todos los cánones del arte establecido y son rechazados de los salones oficiales, hasta aquel momento la única oportunidad que el público tenía para ver y comprar una obra de arte a no ser, que la compraran directamente al artista en su estudio.
Concretamente la Academia de Bellas Artes de Paris anualmente celebraba el famoso Salón de Otoño donde los miembros de la academia presentaban al público sus últimos trabajos.
Dicho de otro modo, el Salón de Otoño de Paris era como una gran feria de arte donde se podía ver y comprar las últimas novedades que los artistas seleccionados exponían.
En 1855 surge un problema cuando el comité de selección rechazo la participación de Gustave Coubert y el artista por su cuenta y riesgo monto su propia exposición cerca del Pabellón oficial.
Luego, en 1867 Eduard Manet, imitando el ejemplo de Coubert hizo lo mismo y organizo una muestra alternativa de su obra en el pabellón oficial de la Exposición Universal de aquel año.
En aquel momento Napoleón III se vio obligado a intervenir y permitió unas exposiciones paralelas al salón oficial, con la presencia de los artistas excluidos y así nace el “Salon des Refuses”.
A partir de este momento se inicia una larga cadena de salones y exposiciones alternativas que finalmente desembocan en la aparición de las primeras galerías de arte.
Consecuentemente, gracias a la iniciativa privada de personajes como Paul Duran-Ruel, Ambroisse Vollard o Henry Kahnweiler empiezan a surgir los primeros comercios abiertos al público que exhiben y venden arte, convirtiéndose al mismo tiempo, en la alternativa a los circuitos académicos y oficiales.
En Barcelona no se tardó demasiado en abrir uno de esos negocios.
En 1887 la Sala Pares fue pionera en España y luego posteriormente también abrieron sus puertas al público otras galerías de arte. En cambio, no fue hasta segunda mitad del siglo XX que el mercado del arte vivió sus mejores momentos. Es a partir de 1960 que se produjo la gran eclosión de galerías de arte en nuestra ciudad, que disfrutaron durante casi tres décadas de una época dorada, propiciada básicamente por el crecimiento económico del país y por unas leyes fiscales muy permisivas que permitieron la creación de importantes bolsas de dinero negro, que la nueva burguesía, fundamenten profesionales liberales, utilizo entre otras cosas para comprar y coleccionar obras de arte.
Es partir de los Juegos Olímpicos de 1992, donde por diferentes motivos, entre ellos las nuevas legislaciones fiscales y una cierta recesión económica que el sector sufrió un retroceso que se vio definitivamente agravado a partir de la crisis económica mundial de 2008.
En la actualidad, y como consecuencia de la pandemia, apenas quedan galerías de arte en la ciudad de Barcelona. Tan solo hay tres a cuatro que tienen más de 25 años de existencia y no más de 20 que a duras penas son un negocio rentable.
Intentar analizar las causas por las que las galerías de arte dejaron de ser un negocio en esta ciudad hasta el punto de que prácticamente han desaparecido, puedo avanzar que no es una tarea fácil. No existe ningún estudio que haya investigado rigurosamente este fenómeno ni unas conclusiones consensuadas por los propios profesionales del sector.
Por lo tanto, debo avanzar que estas conclusiones que a continuación expondré son fruto de los casi cincuenta años de experiencia propia en el sector como galerista y del sentido común. Con lo cual, debo advertir que estas conclusiones son absolutamente subjetivas y que, sin pretenderlo, pueden generar polémica o incluso molestar a alguien.
Para analizar y comprender las derivas de este sector empresarial debemos partir de su propia definición. “Una galería de arte es un comercio donde se venden obras de arte” Con lo cual podemos establecer que a priori, la actividad comercial de una galería de arte no es tan distinta de la de un comercio de ultramarinos, un supermercado, una tienda de electrodomésticos o una librería. Es decir, una galería de arte es un comercio abierto al público especializado en vender obras de arte en lugar de vender productos alimentarios, electrodomésticos o libros.
Históricamente esta actividad tampoco se ha diferenciado demasiado con la de cualquier otro comercio de otro sector.
En cambio, por sus propias características, una obra de arte para la inmensa mayoría de los ciudadanos no es un producto de primera necesidad como lo son la comida o los electrodomésticos lo cual limita mucho su público potencial.
Además, el noventa por ciento de las galerías de arte contemporáneo de esta ciudad han intentado o todavía intentan vender prácticamente el mismo estilo de arte y consecuentemente al mismo público.
En cambio, bajo la denominación de arte contemporáneo existe una gran variedad de tendencias y estilos, así como de precios, con lo que resulta obvio que si hay más oferta del mismo producto que demanda, las posibilidades de venta descienden proporcionalmente.
Y este error, en el que incurren la gran mayoría de galeristas de esta ciudad viene de lejos, quizás porque tienen un perfil muy conservador y por aceptar un código tácitamente establecido por todas las partes implicadas en este mercado, que utilizan un mismo sistema para clasificar y otorgar el reconocimiento al talento de cada artista y consecuentemente, de un modo u otro, establecer el valor económico de su obra.
A expensas de parecer muy pragmático, debemos analizar este sistema sin hipocresías de ningún tipo.
Para ello, debo insistir en que el mercado del arte contemporáneo apenas tiene 150 años de existencia y que surge cuando aparecen artistas que su obra rompen los cánones tradicionales del arte establecido.
Naturalmente este arte nuevo era transgresor y provocaba el rechazo no solo de las instituciones, sino que también la indiferencia del público en general. Naturalmente hablamos de finales del siglo XIX. En cambio, hoy en día la situación del arte contemporáneo, supuestamente más vanguardista, ha cambiado radicalmente y ahora son precisamente las instituciones quienes más apoyan y de algún modo financian el reconocimiento de estos artistas.
Un reconocimiento en forma de museos, ferias de arte o apoyando económicamente a las galerías de arte contemporáneo, en la promoción y difusión de sus artistas tanto en ferias nacionales como en el extranjero.
Otro factor importante para tener en cuenta es la transformación de las viejas escuelas de bellas artes hoy absorbidas dentro del sistema universitario que, mediante títulos académicos, masters de post grado y nuevas carreras, han contribuido decisivamente a implantar el actual sistema que impera en el mercado del arte.
Dicho de otro modo, la intervención del estado en el panorama del arte contemporáneo también ha sido decisiva para llegar a la situación actual del mercado.
El arte de vanguardia en Barcelona prácticamente no interesa a nadie. Solo tienen que ver el número de visitantes que tiene anualmente el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (Macba) o algunas fundaciones privadas que exponen habitualmente este tipo de arte y donde prácticamente nunca se expone pintura ni escultura.
Con lo cual no debe sorprender que las galerías de arte prácticamente no tengan clientes y apenas público.
La realidad es inapelable.
Mas allá de que una obra de arte no es un producto de primera necesidad, la ciudadanía en general no tiene el más mínimo interés en visitar las galerías de arte ni en adquirir ninguna obra de arte sea cual sea su precio.
Naturalmente esta situación no se produce únicamente por la intervención del estado sino también por la falta de interés de los medios de comunicación que apenas dedican espacio a promocionar o informar de la actividad de estos comercios y consecuentemente sobre los artistas, exceptuando los poquísimos artistas con gran proyección internacional cuyas obras alcanzan una altísima cotización en el mercado. Con lo cual podemos afirmar que los medios de comunicación tampoco contribuyen
a difundir el arte contemporáneo ni a que la gente conozca a sus artistas.
La gran pregunta que debemos formularnos es ¿porque el arte contemporáneo ha dejado de interesar al público que hasta hace unos quince años era el público habitual de las galerías de arte y porque han dejado de comprar?
La respuesta también es muy fácil.
Lo que exhiben y tratan de vender las galerías de arte desde hace años, y las instituciones avalan, es prácticamente imposible que le interese a nadie ya que lo que exhiben muy a menudo poco tiene que ver con propio objeto artístico y casi nada que ver con los soportes tradiciones que el público acepta como arte.
Resumiendo, podemos decir que en la medida que el arte actual se ha “intelectualizado” y consecuentemente ha perdido su propia razón de ser. Las elites sociales que hasta ahora se interesaban por ver y adquirir obras de arte, se han alejado definitivamente de las galerías y museos en las que se empeñan en exponer un arte que aparte de ser incomprensible y pedante, en muchas ocasiones, resulta tremendamente aburrido.
Consecuentemente, la crisis económica, sumado al poco respaldo que reciben las galerías de arte de los museos, las instituciones y de los medios de comunicación, es muy difícil que el público vuelva a las galerías arte con el mismo entusiasmo que antes.
Queramos o no, el arte actual ha dejado de interesar al público y ya no está de moda. Volver recuperar ese público no lo conseguiremos hasta que los galeristas se planteen rigurosa y seriamente su trabajo y logren generar un estado de opinión que vuelva a incentivar el mercado.
Naturalmente, debo confesar que a pesar de la situación actual veo indicadores que me hacen ser optimista. Actualmente en Barcelona existen dos, quizás tres galerías de arte que lejos programar exposiciones siguiendo el sistema oficial, y como es lógico de manera independiente, optan por promocionar a sus artistas e intentan abrir mercado en todo el mundo, tal y como lo hicieron a finales del siglo XIX galeristas como Paul Duran-Ruel, Ambrisse Vollard o Henry Kahnweiler, o como hoy en día lo hace cualquier empresario que tiene que promocionar y vender sus productos.
O si lo prefieren, para expresarlo de un modo menos pragmático y que no ofenda a nadie; Promocionar a sus artistas y comercializar su obra.
¿O no es este el objetivo de una galería de arte?
Permítanme terminar formulando cuatro preguntas que yo mismo soy incapaz de responder.
¿Sabemos porque la Generalitat de Catalunya, l´Ajuntament de Barcelona i la Diputacio, decidieron hace años apostar por un arte contemporáneo que excluía incomprensiblemente la pintura y la escultura?
¿Por qué financian únicamente museos y galerías de arte donde se excluye sistemáticamente a los pintores y escultores?
De momento nadie lo ha querido explicar, pero el resultado está a la vista de todos; el MACBA (Museo de Arte Contemporáneo) buque insignia de esta conspiración, apenas tiene público.
Las galerías de arte contemporáneo que programan sus exposiciones siguiendo las pautas del gobierno, tampoco tienen público ni ventas.
En cambio, la asociacion de críticos de arte (que apenas publican en ningún medio) y de los galeristas que forman parte de la conspiración institucional, y que no logran vender prácticamente nada de lo que exponen, no cesan de organizar eventos y lujosas entregas de premios que se reparten entre ellos mismos.
¿Quién paga estas fiestas y que se celebra en estos actos?
Es intolerable que las instituciones que gobiernan esta ciudad en lugar de apoyar la necesaria expansión de las industrias culturales, si todavía existen, se dediquen sistemáticamente a ignorar e incluso proscribir el comercio de obras de arte contemporáneo y en cambio premian, otorgan becas, subvenciones y montan exposiciones en museos y en los circuitos de salas de exposiciones que gestionan únicamente con artistas que se caracterizan por no producir ni esculturas ni pinturas y que su obra no interesa absolutamente a nadie más que a ellos mismos.
¿Ustedes entienden por qué?
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