¿QUE SUCEDE EN BARCELONA?
Barcelona, aunque nunca ha sido una de las capitales mundiales del arte contemporáneo, y a pesar de que los amantes del arte locales llevan décadas esforzándose para no quedar excluidos del panorama artístico internacional, jamás han logrado que en esta ciudad exista un verdadero mercado del arte y consecuentemente, que los artistas logren ganarse la vida con su trabajo exceptuando uno o dos de cada generación.
Hay que admitir, que, en Barcelona, tanto los artistas, como los galeristas y críticos de arte trabajan básicamente “Por amor al arte”.
En pleno siglo XXI, todavía es imposible establecer cuántos artistas plásticos viven y trabajan en Barcelona y el área metropolitana. No hay ningún registro fiable que pueda facilitar estos datos, aunque no me parece ninguna temeridad hablar de una cifra que fácilmente oscila entre dos mil y cinco mil artistas, independientemente del grado de reconocimiento y proyección pública de cada uno. Dicho de otro modo, su grado de profesionalidad, si por profesión entendemos un trabajo específico con el que una persona se gana la vida.
En este sentido, cabe destacar que entre este amplio sector de artistas únicamente se ganan la vida con su trabajo como artistas, un porcentaje bajísimo, con unos ingresos que difícilmente superan los 10.000 euros anuales.
En la actualidad en Barcelona y su área metropolitana apenas quedan treinta o cuarenta galerías de arte contemporáneo abiertas al público. Teniendo en cuenta, que una galería de arte es un comercio que se dedica a exponer y vender obras de arte, y que consecuentemente debería ser un negocio rentable.
Hasta hace unos años, la galería de arte prácticamente era la única manera mediante la cual un artista podía acceder al mercado, exponiendo y poniendo en venta su obra.
Desgraciadamente, y por razones muy diversas, las galerías de arte dejaron de ser un negocio y muchas de ellas empezaron a cerrar durante la crisis económica de 2008. Si bien es cierto, que nunca fueron un buen negocio y que yo sepa, prácticamente ningún propietario de una galería de arte de esta ciudad se enriqueció con esta actividad comercial.
Históricamente Barcelona nunca gozo de un número suficiente de clientes ni de coleccionistas, como para que una galería de arte contemporáneo fuera un negocio rentable.
Con lo cual, tampoco resulta tan extraño que una ciudad como Barcelona atraviese por una situación, que hoy en día no parece tener solución ni a corto ni a medio plazo. La situación política y económica en la que estamos inmersos no hace pensar que podamos ser muy optimistas en este sentido.
En cambio, cada día hay más artistas y cada día se inauguran más y más exposiciones.
¿Dónde, se preguntarán ustedes, si apenas quedan galerías de arte?
Paradójicamente, estos últimos años, y sobre todo desde la aparición de las redes sociales en Internet, cada vez hay más artistas jóvenes dispuestos a crear y participar en nuevos e innovadores proyectos de centros de producción y exhibición, residencias de artistas, y a compartir estudios en naves industriales, o organizar ellos mismos exposiciones temporales en los lugares más inverosímiles. En definitiva, los artistas emergentes han encontrado una eficaz plataforma para darse a conocer, y gracias al uso sistemático de las redes sociales han encontrado un escaparate gratuito que les permite informar sobre sus actividades y mostrar sus trabajos a un público muy amplio.
Con lo cual, hoy tenemos que admitir que existe un circuito de arte alternativo que cuenta con miles de simpatizantes y usuarios y que, de algún modo, su existencia también pone en evidencia la fragilidad de conceptos como “profesional del arte” o “industria del arte”
Probablemente, todavía es muy pronto para ver si esta escena alternativa, acabara por ser una solución a la crisis por la que atraviesa el sector, o simplemente abra sido un modo para que los jóvenes artistas encuentren su lugar y el reconocimiento en su propio mundo del arte alternativo. De momento están logrando la atención no solo de comisarios de exposiciones y de alguna nueva galería, sino que también, de algunos medios de comunicación que ven en esta nueva escena un posible relevo generacional, que como mínimo, busca dinamizar un tejido artístico exhausto y ampliamente abandonado por los poderes públicos, los coleccionistas y público.
Naturalmente en estas reflexiones falta abordar porque a los ciudadanos de esta ciudad les interesa tan poco el arte contemporáneo y porque las clases más adineradas han dejado de acudir a los vernissages e inauguraciones, pero, sobre todo, porque han dejado de comprar.
En cualquier caso, y para no aburrirles, permítanme abordar y desarrollar este tema en otro momento. Aun que puedo avanzarles que es un misterio y que nadie dispone de datos ni teorías fiables para saber exactamente el porqué.
Hay que admitir, que, en Barcelona, tanto los artistas, como los galeristas y críticos de arte trabajan básicamente “Por amor al arte”.
En pleno siglo XXI, todavía es imposible establecer cuántos artistas plásticos viven y trabajan en Barcelona y el área metropolitana. No hay ningún registro fiable que pueda facilitar estos datos, aunque no me parece ninguna temeridad hablar de una cifra que fácilmente oscila entre dos mil y cinco mil artistas, independientemente del grado de reconocimiento y proyección pública de cada uno. Dicho de otro modo, su grado de profesionalidad, si por profesión entendemos un trabajo específico con el que una persona se gana la vida.
En este sentido, cabe destacar que entre este amplio sector de artistas únicamente se ganan la vida con su trabajo como artistas, un porcentaje bajísimo, con unos ingresos que difícilmente superan los 10.000 euros anuales.
En la actualidad en Barcelona y su área metropolitana apenas quedan treinta o cuarenta galerías de arte contemporáneo abiertas al público. Teniendo en cuenta, que una galería de arte es un comercio que se dedica a exponer y vender obras de arte, y que consecuentemente debería ser un negocio rentable.
Hasta hace unos años, la galería de arte prácticamente era la única manera mediante la cual un artista podía acceder al mercado, exponiendo y poniendo en venta su obra.
Desgraciadamente, y por razones muy diversas, las galerías de arte dejaron de ser un negocio y muchas de ellas empezaron a cerrar durante la crisis económica de 2008. Si bien es cierto, que nunca fueron un buen negocio y que yo sepa, prácticamente ningún propietario de una galería de arte de esta ciudad se enriqueció con esta actividad comercial.
Históricamente Barcelona nunca gozo de un número suficiente de clientes ni de coleccionistas, como para que una galería de arte contemporáneo fuera un negocio rentable.
Con lo cual, tampoco resulta tan extraño que una ciudad como Barcelona atraviese por una situación, que hoy en día no parece tener solución ni a corto ni a medio plazo. La situación política y económica en la que estamos inmersos no hace pensar que podamos ser muy optimistas en este sentido.
En cambio, cada día hay más artistas y cada día se inauguran más y más exposiciones.
¿Dónde, se preguntarán ustedes, si apenas quedan galerías de arte?
Paradójicamente, estos últimos años, y sobre todo desde la aparición de las redes sociales en Internet, cada vez hay más artistas jóvenes dispuestos a crear y participar en nuevos e innovadores proyectos de centros de producción y exhibición, residencias de artistas, y a compartir estudios en naves industriales, o organizar ellos mismos exposiciones temporales en los lugares más inverosímiles. En definitiva, los artistas emergentes han encontrado una eficaz plataforma para darse a conocer, y gracias al uso sistemático de las redes sociales han encontrado un escaparate gratuito que les permite informar sobre sus actividades y mostrar sus trabajos a un público muy amplio.
Con lo cual, hoy tenemos que admitir que existe un circuito de arte alternativo que cuenta con miles de simpatizantes y usuarios y que, de algún modo, su existencia también pone en evidencia la fragilidad de conceptos como “profesional del arte” o “industria del arte”
Probablemente, todavía es muy pronto para ver si esta escena alternativa, acabara por ser una solución a la crisis por la que atraviesa el sector, o simplemente abra sido un modo para que los jóvenes artistas encuentren su lugar y el reconocimiento en su propio mundo del arte alternativo. De momento están logrando la atención no solo de comisarios de exposiciones y de alguna nueva galería, sino que también, de algunos medios de comunicación que ven en esta nueva escena un posible relevo generacional, que como mínimo, busca dinamizar un tejido artístico exhausto y ampliamente abandonado por los poderes públicos, los coleccionistas y público.
Naturalmente en estas reflexiones falta abordar porque a los ciudadanos de esta ciudad les interesa tan poco el arte contemporáneo y porque las clases más adineradas han dejado de acudir a los vernissages e inauguraciones, pero, sobre todo, porque han dejado de comprar.
En cualquier caso, y para no aburrirles, permítanme abordar y desarrollar este tema en otro momento. Aun que puedo avanzarles que es un misterio y que nadie dispone de datos ni teorías fiables para saber exactamente el porqué.
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